Dentro de los países de América Latina, el Perú es uno de los más pobres. Lo corroboran múltiples informes de organismos internacionales como el PNUD, BID, CEPAL y otros. Todos ellos señalan que más del 50 po ciento de la población peruana (estimado en 28 millones de habitantes), no satisfacen adecuadamente sus necesidades más elementales: alimentacion, salud, educación y vivienda. Y de éstos, aproximadamente el 20 por ciento, viven en condiciones de extrema pobreza, es decir, en condiciones de indigencia.
Muchas son las causas y los factores que ocasionan la pobreza. Las investigaciones al respecto nos dicen que son originadas por deficientes programas de educación escolarizada; falta de claridad en las políticas económicas y sociales; inequidad en la distribución de la riqueza; vestigios de estatismos y populismos que han impedido la liberalización de la economía; ausencias de actitudes en pro del desarrollo; corrupción generalizada en las esferas del poder; y un largo etcétera.
Si bien es cierto que la pobreza en el país, lo arrastramos desde el mismo momento de la conquista española, también no menos cierto es que a partir del acelerado y caótico proceso de urbanización (experimentado sobre todo a partir de los años 50 del siglo pasado) la pobreza andina, aquella que inunda totalmente a los pueblos y comunidades indígenas y mestizas -siendo éstos el segmento mayoritario de la poblacion peruana- irrumpe en el escenario social de las ciudades costeras, para quedarse definitivamente instalada, a vista y paciencia de todos los citadinos y sus autoridades. ¿Que había pasado? Pues, simplemente, que la pobreza se presentó ante los ojos de los demás, ya que estuvo "escondida" por muchos años en los remotos parajes abruptos de los andes serranos.
A partir de su instalación, permanencia y expansión en las ciudades, la pobreza empieza a ser analizada ya no como un problema marginal de unos cuantos individuos, sino como un problema social emergente, Y, por lo mismo, el gobierno central empieza a tomar cartas en el asunto, más por la presion de ciertos países del "Primer Mundo", que como un deber para los ciudadanos afectados por la carencia de los medios indispensables de existencia. El diseño e implementación de algunos programas asistencialistas (promovidos en gran parte bajo esquemas funcionalistas y desarrollistas, desde las metrópolis académicas de los países capitalistas, como el famoso modelo "Desarrollo de la Comunidad") fracasan estrepitosamente. Más que por otra cosa, por la imposición vertical de valores ajenos a los patrones conductuales y valóricos de los migrantes pobres. Los siguientes intentos, mediante políticas macro económicas (crecimiento económico) y sociales ( redistribucion del gasto social) tambien terminan en fracasos porque, simple y llanamente, no afectan en lo mas mínimo las estructuras del Poder. O sea, del poder del Estado.
Y desde esos aciagos momentos, en que la pobreza se hace visible en toda la sociedad peruana, muchos han sido los esfuerzos que se han desplegado en su nombre, y ninguno ha servido para nada. Algunos con buena intención, otros con voluntad de lucrar con las desgracias ajenas. Porque sabido es que, estas muchedumbres empobrecidas, son apetecidos por los politiqueros inmorales y corruptos que solo buscan votos y cuando estan en el poder se olvidan de ellos. Y ante este panorama: ¿Que dicen los jerarcas de la iglesia católica? Ellos, como todos los santos, nos dicen: "¡Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos!".